viernes, 8 de mayo de 2020

Elvira Sastre: Un retrato desde otra mirada


Por Jonathan Muñoz Ovalle (J. Moz)






En la mañana


Abro Instagram y lo primero que veo es una publicación de Elvira Sastre donde figura con sus perros Viento y Berta. La fotografía me desencadena varias emociones, es un espejo perfecto: la vida y el arte en pleno beso. La imagen es poética en sí; de hecho, la poesía está en todos lados, expuesta para quien sepa apreciarla, y el poeta solo recolecta las palabras adecuadas. Claro, decirlo es fácil, pero hacerlo no lo es. El poeta, ante todo, es un cazador de luciérnagas como lo es Elvira, quien escribió su primer poema a los doce años de edad y a los quince ganó el concurso Emiliano Barral, organizado por el instituto Andrés Laguna, con el relato Saudade.

Sigo atento a Instagram y me percato que Viento y Berta tienen su propia cuenta en dicha red social. Lo primero que leo: «Puedes llamarnos #vierta. #adoptanocompres.» La regla casi nunca falla, los artistas son buenas personas, su esencia no se estanca en el arte, va más allá, intentando lanzar caricias hacia el mundo, acaso gritos, llantos, pero siempre en movimiento porque no se puede ser insensible. El arte, si no sacude, no sirve.

Recorro las imágenes y veo a Viento y Berta en diferentes lugares, en distintas posturas; incluso, junto a otros perros. En varias fotografías asoman unas piernas o unos brazos: recordemos que en esta cuenta ningún ser humano es el protagonista. Más adelante, o mejor dicho, más abajo, se aprecian fotos donde Elvira aparece de cuerpo completo: pasea a sus mascotas en la playa y la imagino en plena retroalimentación después de giras, firmas de libro, entrevistas y recitales. Y también la imagino, en ese momento de placidez, de quietud, recolectando “luciérnagas” que  se plasmarán en sus nuevas letras.


En la tarde

Escribo este artículo en un café de la calle Miguel Hidalgo, cuya panorámica me recuerda a la arquitectura de Madrid, ciudad a la que se mudó Elvira para cursar el grado universitario de Estudios Ingleses. A partir de aquel entonces su vida dio un giro fabuloso. Mientras seguía escribiendo, participaba en eventos poéticos donde se codeaba con cantautores consagrados como Adriana Moragues, Manu Míguez, Diego Ojeda; así como con poetas importantes como Carlos Salem y Escandar Algeet. Más adelante, después de mucho esfuerzo, compartió escenario con artistas como Andrés Suárez, Luis García Montero, Raquel Lanseros, Marwan o Benjamín Prado.
En diciembre del año 2013, la editorial Lapsus Calami publicó Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, libro que lleva el prólogo de Benjamín Prado, uno de los poetas predilectos de Elvira. (A mí también me gusta la poesía del maestro Prado). En mayo del año 2014, Valparaíso Ediciones le propone publicar su segundo poemario, Baluarte, libro que causó furor más allá de las fronteras de España, como en Argentina, Colombia, México y otros países de América Latina.

Hace algunos años busqué Baluarte en mi librería favorita. Fui preciso, le dije a la chica que atendía que era un libro de Elvira Sastre. «Permítame, ya lo busco.» Cuando regresó traía un ejemplar que no correspondía con la portada que yo tenía en mente. Al fijar mi atención, me percaté que era una novela de Elvira Lindo. «No, señorita, es Sastre, Elvira Sastre.» «Ah. A ver, déjeme checar en el sistema.» Después de ciertos minutos en los que la chica miraba el monitor como un inspector de salubridad, me dijo: «Está agotado. Ya recordé el libro, se ha vendido muchísimo. Tal vez en unas dos semanas nos lleguen más.» Desilusionado, pero con la firme convicción de llevarme un libro a casa, eché ojo a la sección de poesía. De Elvira no había ningún otro, así que busqué con toda calma. Luego de casi media hora encontré una linda edición de Rimas y leyendas. Sé que Elvira no se molestará al saber que este libro fue el sustituto de Baluarte, pues tiempo después de aquel buceo en la librería me enteré que Bécquer, junto a Benjamín Prado, es su autor predilecto.

Me parece que Elvira Sastre es la poeta hispana del momento, aunque tengo la corazonada de que a ella no le agrada que se diga esto, pues se presta a una vanidad que no le encuentro por ningún lado. Me da la impresión que uno de sus más firmes ideales es mantener la humildad. Ya lo dijo Ernest Hemingway: «El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.» Y dicha virtud la ha mantenido muy cerca de su gente.


En la noche

Imagino un auditorio abarrotado y vibrante en el que no estoy. Elvira se presenta esta noche. La expectativa crece hasta que revientan los aplausos en cuanto aparece ella. Sonríe y saluda mientras yo intento estar ahí a través de la distancia. Ignoro si lo logro, pero empiezo a escuchar su recital. Estoy con ella aunque no lo sabe, pues el artista se multiplica con su obra y se queda en la vida de quienes toca.

Elvira Sastre Sanz, quien nació en Segovia, España, en 1992, publicó en 2015 Ya nadie baila (Valparaíso Ediciones), una antología donde se reúnen poemas de sus dos anteriores libros y uno que otro inédito. En 2016, apareció La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, libro que la lleva a formar parte de la prestigiosa editorial Visor. En 2018, salió a la luz Aquella orilla nuestra, una obra ilustrada por Emiliano Batista (EMBA), editada por Alfaguara. Y en 2019 se alzó con el Premio Biblioteca Breve por su novela Días sin ti, publicada por Seix Barral. También ha traducido varias obras al castellano.

El recital ha terminado. Las filas para la firma del libro son enormes. Me formo y espero mi turno. Observo el rostro de quienes están delante de mí y también el de Elvira, hay un halo en todos que solo el arte es capaz de provocar. Es una metamorfosis semejante a la muerte y a la resurrección.

Llega mi turno y me firma el libro. Le agradezco y me retiro con la sensación de haber saludado a un amigo. Y mientras hago un alto para leer la dedicatoria, pienso si conoceré a Elvira en persona. Espero que algún día suceda, por lo pronto ya tengo un libro firmado por ella.

Ya casi termina el día y me propongo culminar este artículo antes de que me venza el sueño. Leo, corrijo, vuelvo a leer (en voz alta) y de todos modos se asoma la bestezuela de siempre sentenciando que se puede entregar un mejor trabajo. Me relajo en mi sillón de lectura y durante unos minutos me olvido del mundo. Desde mi cama me mira Homero, el perro que adopté al encontrarlo herido y sarnoso. He aprendido que hay vínculos inquebrantables que se forman entre animal y hombre que nos transforman, que llenan un vacío específico y nos marcan un señalamiento de “no retorno”. Mientras Homero mueve su cola sin dejarme de mirar, vuelven a mi memoria Viento y Berta, y me pregunto qué tanto han sembrado en la vida de Elvira como para que en un futuro su literatura lleve la esencia, no solo de ambos, sino de todos los animales que merecen nuestro amor y respeto. Ellos solo quieren jugar, ser apapachados y, sobre todo, amar. Todos los animales son maestros de los que tenemos que aprender demasiado.

El día se ha hecho viejo. Apago las luces y trato de dormir pero no puedo: mi mente no me deja. La duda me persigue aunque, según yo, el artículo ya quedó listo. Y mientras rememoro los puntos que decidí escribir, el hashtag que se aprecia en la cuenta de Viento y Berta me sigue conmoviendo: #adoptanocompres.


Jonathan Muñoz Ovalle nació el 27 de Septiembre de 1980 en Ciudad de México. Es autor del poemario La luz y el estruendo. Su alias es J. Moz. Ha colaborado en revistas, suplementos y blogs. También ha participado en diferentes antologías colectivas.

Facebook: J. Moz

Twitter: J. Moz

martes, 25 de abril de 2017

El beso de la guerra


Soñé que te besaba...
en mi poema, soñé que te besaba:
besaba tu cuello,
besaba tu espalda,
besaba tu abdomen,
besaba tus manos.
En mi poema, soñé que te besaba:
besaba tus muslos,
besaba tus ingles,
besaba tus labios
y también los labios de tu boca.
Hoy quiero refugiarme en el presente
para exterminar los vestigios del pasado.
Hoy quiero olvidarme de los conflictos del mundo
para perderme en las utopías de nuestro amor,
perderme,
quiero perderme
como lo hice en cada recoveco de tu cuerpo:
pero ya no estás conmigo,
te fuiste a la guerra y perdiste la vida:
perdí yo,
perdió el país,
perdimos todos.
Por eso hoy quiero beber hasta vomitar,
quiero fumar hasta reventar
y quiero fornicar hasta quedarme sin piel:
pero ya no estás conmigo.
Lloro por la sangre derramada y por los cuerpos derribados,
lloro por el odio pregonado y por el llanto vertido,
lloro por la ceguera permanente de los pueblos
y por la penumbra cotidiana de los días,
pero sobre todo, lloro porque ya no estás conmigo.
Cuando imagino tus besos, me saben a sangre,
cuando imagino tu cuerpo, lo siento frío,
cuando imagino tu voz, la escucho rota,
cuando imagino tus ojos, ya no tienen mirada.
Soñé que te besaba...
en mi poema, soñé que te besaba toda, entera,
sin dejar espacio virgen en tu piel:
besaba las heridas de una mujer aniquilada,
besaba las esquirlas de un amor extinto,
besaba los sueños de un país vencido.
En mi poema, soñé que te besaba,
y cuando desperté,
volví a sentir la ausencia helada de las sábanas,
volví a tener deseos de imaginar tu cuerpo con el trazo de mis manos.
Más tarde,
escuché las primeras bombas que caían de este lado:
así que tal vez,
hoy estaremos juntos antes de que vuelva a despertar solo,
derrotado,
recordándote.

sábado, 11 de febrero de 2017

Beso de luz


La noche de tus ojos se me vino encima,
cuando estalló el amanecer
                                            de tus labios.

Poesía en tu cuerpo


Quiero escribir
                        un poema sobre tu piel,
aunque sería en vano,
                  pues al instante se borraría
                                       con mis besos.

Amores heridos


Hay amores, yo lo sé,
que son como los clavos de Cristo:
hieren, martirizan y matan
y los siglos no los pueden sacar.

Me gusta hacerte el amor (audio)

Me gusta hacerte el amor


Me gusta hacerte el amor
porque no sólo estás desnuda del cuerpo,
porque no eres aquella de la vida cotidiana,
eres tú,
             entera,
                          sólo tú.
Me gusta hacerte el amor
porque hablas al estar callada,
miras al tener los ojos cerrados
y sabes que la carne es el instrumento
mas no el fin de amarnos.
Me gusta hacerte el amor
porque un mundo nace y las tinieblas se cierran,
porque el tiempo se detiene y el silencio palpita.
Me gusta hacerte el amor porque olvidas
las conductas,
porque no solo te quitas la ropa,
también las cadenas de lo ordinario:
te salen alas y vuelas
y yo me elevo contigo.
Me gusta hacerte el amor
porque te quitas el disfraz de mujer y te muestras diosa
y yo me divinizo al compartir el altar
de la cama
                  de la sala
                                 de la tina.


Me gusta hacerte el amor
              porque me vuelvo Sumo Sacerdote
                                             en el templo de tu cuerpo.

[Quiero naufragar en tus labios]


Quiero naufragar en tus labios
y ser víctima de tus mareas,
tus vaivenes, tus azotes.
Y después de naufragar en tus labios
quiero ahogarme en tu lengua
para resucitar en la playa de tus besos.
Y empezar de nuevo,
                                   el eterno ritual.

El poema infinito (audio)

El poema infinito


Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo a solas, aislado,
pero contigo.
Escribo poesía mientras algunos hacen el amor
y otros rompen sus relaciones,
mientras algunos se enamoran
y otros se reconcilian.
Escribo poesía mientras algunos nacen
y otros mueren,
mientras algunos enferman
y otros sanan.
Escribo poesía mientras se hace la guerra
o se declaran pactos de paz,
mientras algunos fraguan algún delito
y otros se rinden ante la culpa.
Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo a solas, callado,
pero contigo.
Escribo poesía mientras las aves cruzan el cielo,
las manadas atraviesan la tierra
y los cetáceos surcan los mares.
Escribo poesía mientras alguien ríe
y otro llora,
mientras alguien recibe una gran noticia
y otro siente que su vida se desmorona.
Escribo poesía mientras algunos rezan
y otros blasfeman,
mientras algunos odian
y otros perdonan.
Escribir poesía
es un acto de rebeldía, de confrontación,
de librar primero la batalla consigo mismo
y después declarar la paz con el entorno.
Escribo poesía porque cada poema
vibra con el mundo, se entrelaza con el tiempo,
pertenece a cada ser que respira
y rememora a todo a aquel que ya no vive.
Escribo a solas, aislado
y en silencio,
pero contigo,
porque la poesía es de todos,
todos somos poesía
y cada poema que yo escribo
no es mío,
es tuyo, de aquel, del mundo entero.
La vida sigue
y el poema se detiene,
el poeta muere
y la poesía subsiste.

Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo contigo,
porque todos somos el poema,
el poema infinito.

El instante luminoso (audio)

El instante luminoso


Quiero que te petrifiques
como una virgen en su altar
para venerarte siempre,
no te muevas, quédate así,
deja que mis ojos se consagren
y mi memoria eternice el instante.
Quiero que te petrifiques
como una efigie griega
para escribir una oda en tu piel.
¿Qué sería de la Ilíada sin Helena?
¿Qué sería de la Odisea sin Penélope?
¿Que sería yo
                       sin ti?
No te muevas, quédate así,
que escribiré todas las batallas de nuestra carne
y todos los periplos de nuestro amor,
los reescribiré cada día y cada noche,
pero no te muevas, quédate así.

Tú y el mundo son lo mismo


Ya no quiero criticar al mundo,
tampoco quiero juzgarlo,
porque estoy exhausto.
Y mucho menos quiero recordarte
porque estoy rendido.
¡Tú y el mundo son lo mismo!
Yo pensé que eras la excepción
en un mundo en donde
se acostumbra la impunidad y la traición,
el asesinato y la mentira;
en un mundo en donde
el pueblo critica,
el gobierno roba
y la justicia se vende al mejor postor;
en un mundo en donde
se atonta con la televisión,
se dan noticias amputadas
y se limita la libre expresión;
en un mundo en donde
se practica el consumismo
y las modas importan bastante.
¡Tú y el mundo son lo mismo!
Yo pensé que eras la excepción
en un mundo en donde
se ensucian los mares,
se talan los árboles,
se protegen mamíferos pero se exterminan insectos;
en un mundo en donde
se ignora al desvalido,
se señala al miserable
y se critica al homosexual;
en un mundo de
secuestros,
trata de personas
y terrorismo;
en un mundo en donde
se hace la guerra,
se inmoviliza la paz
y se asesinan inocentes y culpables por igual.
¡Tú y el mundo son lo mismo!
Yo pensé que eras la excepción
en este mundo que
se tuerce,
se cae,
se muere;


pero qué más da, unos vienen y otros van,
y tú te puedes largar:
mientras tanto yo me duelo
a solas, exhausto y rendido,
olvidando a la que eres y evocando a la que fuiste,
esa a quien creí la excepción en este mundo podrido.

Amor platónico


La luna no sería la misma si no reflejara tus besos,
versos dormidos,
          rimas en silencio.
La noche no sería igual si no estuvieras aquí,
tan lejos,
               conmigo.

Musa


Te pedí que me enseñaras a escribir poesía con el pretexto de acercarme a ti
y así conocerte,
                          pretenderte,
                                              conquistarte.
Pero no quisiste.
Y en aquella dolorosa, intensa agonía de desearte y no tenerte,
te empecé a soñar,
                               todo el tiempo,
                                                       sólo mía.
Y sin darme cuenta,
                                sin darnos cuenta,
                                                              me hiciste poeta.

Te invoco


Para que no te pierdas
en el olvido
todos los días te invoco
y llegas puntual, radiante,
en las alas del recuerdo.
Y reímos y cantamos
como lo hicimos ayer,
y enloquecemos y vibramos
como lo hicimos ayer.
Para que no te pierdas
en el olvido
todos los días te hago mía
y te beso, te toco,
te hago el amor.
Porque no estás muerta para mí
aunque ya eres polvo,
tú vives en mí, vives conmigo
y me acompañas de la mano
como lo hicimos ayer.

Para que no te pierdas
en el olvido
siempre estás en mi recuerdo,
somos dos que se hacen uno
y nada te arrancará de mí.

[Tiembla la hoja]


Tiembla la hoja
                  se dobla la rama,
tiemblan las horas
                  se dobla la vida.
Pasa el viento
                  y el árbol subsiste,
pasa la muerte
                  y el hombre ya es polvo.

Busco aquellos versos


¿Alguien sabe en dónde puedo encontrar los versos que ella me robó? Algunos dicen que se encuentran en su boca, o en sus senos o en su entrepierna; otros afirman que en todo su cuerpo. De verdad, ya los busqué en todos esos lugares y no los encuentro.

jueves, 9 de febrero de 2017

Enamoradísimo


Me entraste por los ojos
                                  y me quedé ciego.

Nosotros


   Dos rostros,
un mismo vapor;
    dos labios,
una misma comunión;
    dos cuerpos,
un mismo vaivén;
    dos seres,
un mismo temblor.

El tiempo detenido (audio)

El tiempo detenido


Cuento los días para volver a verte
y entre más te pienso
más me parece que el tiempo
se vuelve espeso.
Cuento los días y las horas,
recuento las caricias y los besos
y en este instante detenido
colecciono los recuerdos que nos hacen uno.
Cuento el tiempo y cuento lo nuestro
y de tanto contarlo ya lo cuento al revés;
entonces llego al punto en el que faltaba tiempo
para que se tejiera la historia de los dos.
Y aquí me detengo, sonriente,
cuando la espera se hace ligera,
porque es mejor esperarte,
sabiendo que llegarás,
que haber vivido sin conocerte,
sin que fueras mía
y tal vez de alguien más.

Entre mil mariposas


Me gustas por ridícula,
por soñadora, por locochona,
porque eres única,
como un murciélago entre mil mariposas.

En tu abundante selva


En tu abundante selva, oh mujer,
yo quiero ser todas las bestias que la habiten.

La ventana de tus ojos


No, definitivamente no,
no fue lo que más me gustó de ti:
esa sonrisa que cautiva
esos labios que invitan
ese cuerpo que seduce
ese andar que alborota
sino lo que habita detrás de tu mirada.

Las alas del tiempo


La vida vuela
y a veces no deja rastro.
El tiempo se desboca y arrastra siempre.
La memoria
a veces
no recuerda
y deja un camino de huellas vacías.
El hombre apenas vive, vive muriendo
y cuando muere
se entera que tuvo una vida.

El jardín de Lesbos


Flores abiertas, flores ardientes,
unas a otras
se llenan de besos.
Flores tejidas, flores mojadas,
rocían sus hojas
se impregnan de vida.

Desahuciado


Estoy enfermo de Dios,
estoy enfermo de ti,
me encuentro desahuciado
porque ambos me abandonaron.

Ausencia


Qué rápido se va el cigarro cuando estoy contigo
y qué lento,
                   cuando tú no estás.
Las horas pasan, pesadas
                                           y no se dejan sujetar,
su padre el tiempo es un gigante milenario
que a los enamorados
                                    nos hace sangrar.

Siento que te quiero


Nunca te he visto,
no sé quién eres,
pero siento que te quiero.
A ti,
que sufres,
que lloras,
que no tienes qué comer.
A ti,
que te han traicionado,
que estás enfermo,
que tus días siempre son grises.
A ti,
que la vida te escupe,
que el destino te empuja,
que la gente te ignora.
Sí, a ti,
aunque no lo creas,
siento que te quiero.

Delicias


Señora, con todo respeto, quiero hacerla mía.
No importa que no me conozca ni yo a usted,
bastará el tiempo para que sea mi mujer.
Tampoco importa que esté comprometida o casada,
puede estar con quien desee, al final, solo será mía.
¿Que soy más chico que usted?
           Qué importa.
¿Que puede ser mi madre?
           Qué importa.
¿Que nos van a criticar?
           Qué más da.
Usted necesita un hombre de verdad
y aquí estoy yo, para hacerla sentir mujer.
Señora, no sea tímida, no sea necia,
yo soy ese hombre que tanto anhela usted.
Una oportunidad,
solo una.
Tome mi mano,
sienta mi cuerpo,
plasme sus labios,
sienta mis besos.
Vámonos juntos a construir nuestro Edén,
juguemos a las tentaciones y despertemos los instintos.
Olvidemos las edades y rompamos los prejuicios,
rasguemos la carne y vibremos el amor.
Aquí está mi otra mano,
aquí el resto de mi cuerpo,
aquí mi sexo, aquí mi corazón,
aquí todo mi ser.
Soy todo suyo, mi señora,
ya le digo, es cuestión de tiempo
para que se sienta enteramente mi mujer.
Tengo sed de compañía,
hambre de amor
y locura de usted.
Yo soy el hombre que usted busca
y usted la mujer que yo busco,
pues las mujeres de mi edad
ya no quieren seriedad.
Por favor, después de usted,
vámonos ya,
que me urge sembrarle
mi amor y mi sed.